lunes, diciembre 19, 2005

CHICAGO MOLÓN.

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jueves, diciembre 01, 2005

Concierto Mercury Rev. 25 de noviembre de 2005, Sala Aqualung

La IV edición del Festival Wintercase agotó su última noche en la sala Aqualung de Madrid con un cartel conformado por Dirty Three, The Decemberists y Mercury Rev. El cansancio acumulado del día anterior, en el que disfrutamos en La Riviera de La habitación roja, Lori Meyers, Budapest y Sidonie, provocó que nos relajásemos en exceso y desperdiciásemos la oportunidad de disfrutar con The Decemberists, que presentaban su fenomenal disco “Picaresque”.

Ante una sala repleta, donde la media de edad del público superaba con creces a la congregada el día anterior en La Riviera, Mercury Rev irrumpió en escena con Secret for a song y Black forest (Lorelei), dos preciosas canciones pertenecientes a su último disco, con las que mostraron sus intenciones de ofrecer una actuación memorable.



El grupo neoyorquino basó su recital en la sedosa voz de Jonathan Donahue, que también interpretó la guitarra acústica escoltando a un descomunal Grasshoper, quien se presentó parapetado tras sus inseparables gafas y conquistó el escenario con la eléctrica sonoridad de su guitarra; Jeff Mercel destilaba sensualidad con cada nota que emitía su piano. Estuvieron perfectamente secundados por el batería Jason Miranda que demostró una energía inagotable, y el bajista Anthony Molina que lucía un parecido asombroso a Sideshow Bob. También hicieron uso de un órgano que comenzó el concierto huérfano de intérpretes para ser posteriormente adoptado por Donahue, Grasshoper y Molina. Como anécdota cabe destacar que el roadie que les acompañaba subió al escenario para ejercer como tercer guitarrista.

Emplearon una sencilla puesta en escena consistente en juegos de luz que mantenía el escenario en una constante penumbra que por momentos se transfiguraba en chorros de luz acompasados a cada impacto sonoro de la banda. Asimismo proyectaron una sucesión de imágenes (en formato 8 mm.) de carácter onírico donde se iban intercalando citas de personajes tan distantes entre sí como Hemingway o E.T. el Extraterrestre.

Todo el protagonismo sobre el escenario se concentraba en Jonathan Donahue, uno de los pocos cantantes que en la actualidad pueden presumir con autenticidad de su condición de frontman. Ataviado con una camisa blanca y pantalón negro, mantuvo una postura afectada a lo largo de toda la actuación; también nos obsequió con una interminable colección de gestos con los que simulaba ser director de orquesta, imitaba la grulla de karate kid o parodiaba la figura de Nosferatu con unas manos agarrotadas que amenazaban con estrangular al bajista Anthony Molina.



Tras los bises volvieron con “Goddess on a hiway” que el público acogió con gran entusiasmo y tarareó de principio a fin, y pusieron fin a la noche con la espectacular “All is dream”. Todo el set-list estuvo integrado por canciones de sus tres últimos discos, obviando la primera etapa de la banda con su antiguo cantante David Baker al frente, en la que se mostraban mucho más experimentales, vanguardistas, y ruidosos, confirmando que se trata de una etapa ya concluida, sin importarles que algunos de sus antiguos seguidores (como Jota de Los Planetas) nunca les hayan perdonado por ello.

El espectáculo ofrecido por Mercury Rev fue sobrecogedor, superaron todas nuestras expectativas. La original concepción del espectáculo y la perfecta armonía con que ejecutan sus interpretaciones logran envolver al oyente, elevándolo sobre el escenario y embarcándolo en una emigración secreta que sobrevuela territorios imprecisos y solitarios, un vuelo que súbitamente se interrumpe por las descargas de sonido reflejadas en abruptos cortes de guitarra y detonaciones de batería obstinados en mutilar el devenir del sereno curso melódico.



En definitiva, la revolución mercúrea hizo que nos sintiéramos los dueños legítimos de aquella noche, una noche inolvidable que indudablemente nos perteneció.